
Hoy en día, el resurgimiento y auge del fascismo ha alentado a partidos conservadores y neoliberales a unirse a esos postulados negacionistas y a acusar de «adoctrinamiento» o de «reabrir viejas heridas» a quien pretende recuperar la memoria histórica. Quienes se consideran herederos de la dictadura franquista impulsan denuncias y sospechas contra la escuela pública y sus profesionales. Es el mundo al revés.
No podemos olvidar que la utilidad del conocimiento sobre el pasado es el aprendizaje colectivo para que no se vuelva a repetir la barbarie. La democracia tiene el deber de fomentar el acceso a este conocimiento histórico, porque es la única garantía de adquisición de criterios propios y hace a la ciudadanía más sabia y, por lo tanto, más libre. De ahí que sean necesarias propuestas alternativas a los libros de texto actuales como la que ha elaborado Enrique Javier Díez. La consolidación de nuestra democracia precisa que se hagan efectivos los principios de verdad, justicia y reparación. Sin ellos será imposible garantizar un presente y un futuro auténticamente democráticos.